Tres horas y cuarenta
minutos. No, no es la duración de “Lo que el viento se llevó”. Tres grandiosas
horas y cuarenta magníficos minutos fue lo que duró un concierto de rock el
otro día en Milán. ¿Quién, en su sano juicio, aguanta eso sobre el escenario
haciendo vibrar a setenta mil personas? ¿Quién va de gira durante un año tocando cada dos días? No. Justin Bieber no. Gracias por
participar. Quién si no joder. Springsteen. Bruce Springsteen. Venga, ya los
oigo. Oigo a todos esos que dicen: ja, el mecánico de New Jersey, el camionero
de New Jersey… bla bla bla. Ignorantes fuera, gracias. Adoro estos clichés
porque demuestran lo atrevida que es la ignorancia humana, y más aun la
ignorancia española. Una vez que esa pandilla de incultos haya ahuecado el ala
seguimos. Si no conocemos algo nos callamos, escuchamos, aprendemos, y luego
soltamos pestes si se tercia. A mí de hecho me pasó algo parecido con Eric
Clapton y la pereza que me daba hasta que un buen amigo tuvo la paciencia de
explicarme muchas cosas y a día de hoy me encanta Clapton. Pero hoy no toca
hablar de Slowhand. Hoy toca el Jefe. Os preguntareis por el título. El título
por un lado hace referencia a una canción del Boss, Brilliant Disguise, pero
eso ya muchos lo sabíais. ¿Y por qué ese título? Porque creo que el Rock
desapareció hace mucho tiempo. No llegó a morir pero se esfumó. No sé en qué
momento pero el Rock sufrió tal cambio que ya prácticamente no hay Rock. Ese
espíritu del primer rock de Elvis y Roy Orbison, esa canción rebelde de sueños
rotos y noches cálidas de verano, de ganas de huir, de promesas por cumplir, esas baladas rockeras que hacían mover las
caderas hasta a nuestro monarca. Pero, como siempre, aún hay esperanza. Y digo
esto porque Bruce no es tampoco ese rock del que hablo. Es algo que va mucho
más allá. Springsteen ha conseguido lo que nadie, repito, nadie, ha logrado. Ha
conseguido que, a sus sesenta y dos años y más de cuarenta on the road, su
concepto de música, de espectáculo, de ideas cale más hondo que nunca en la
gente. Springsteen ha llevado al Rock a unos límites que nadie podía pensar
cuando aquel chaval de Freehold, New Jersey, empezaba en el mundo de las seis
cuerdas. Que sí, que no es un gran guitarrista, que sí, que tampoco tiene la
mejor voz. ¿Y qué más da? ¿Qué importa todo eso si en el momento de subir al
escenario él y la E Street Band arrancan y empiezan a rugir como un motor de
una Harley? Da igual la canción con la que empiece. Puede ser suya o tocar un
tema como London Calling de The Clash o un Twist and Shout que te parte las
caderas. Es una explosión de música, de sensaciones, de sentimientos que van
desde la tristeza en algunas de sus canciones al júbilo absoluto pasando por la
más descarnada de las rabias o los sentimientos más oscuros. Me consta que no solo es a mí, ya que la legión
de fans del Boss es probablemente la más inmensa y variopinta del mundo, pero
él consigue algo muy difícil en el mundo de la música hoy en día. Ha conseguido
que mensajes eminentemente progresistas calen en gente de todas las ideologías.
Consigue transmitir “algo”. Y por algo no hablo de ganas de bailar, de llorar o
de lo que sea. Hablo de “conectar” con alguna parte de ti. Sentirte realmente
identificado con ese “algo”. Esa música llega a algún lugar de tu alma que
probablemente no sepas que tenías. Despertar unos sentimientos que a priori no
van contigo ya que tú no eres el desgraciado protagonista de la canción. Esos
pelos de punta con solo escuchar los primeros acordes de Thunder Road… No me
pasa solo a mí y no, no estoy loco, gracias. No sé si me entendéis, lo siento.
Si tenéis oportunidad id a un concierto. De verdad. Puede que no seáis fans de
él, pero aquello es otro mundo. Es un ritual en el que todo el mundo es
bienvenido. Solo una vez hayáis asistido a uno de sus conciertos, solo
entonces, podréis decir lo del camionero de New Jersey. Pero si sois gente
normal, no hace falta que seáis fans, saldréis encantados diciendo que habéis
visto al Jefe y que habrá sido una experiencia inolvidable, os lo aseguro. Es
alguien irrepetible, con una banda irrepetible, un ambiente irrepetible, todo
es único, solo hay un Jefe, y, como él dice: Ladies and Gentleman, you’ve just
seen the heart stoppin’, earth quaking, booty shaking, love making… The fucking
legendary E Street Band. El domingo y de la mano de la mejor compañía posible, tendré la oportunidad, otra vez, después de
cinco años, de reconciliarme con la música actual de la mano del Boss. Puro delirio.
Pura vida. Ya veréis.
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