Lo primero, lo más importante y en lo que creo que todos
estamos de acuerdo más allá de opiniones personales, ideologías de este o aquel
color, es la tristeza, la tristeza por algo que jamás debería haber pasado, rabia,
jamás una fiesta debería convertirse en tragedia, nunca la alegría debería
llegarse a convertir en llanto, nunca. Permitidme por un momento, solo una
entrada, en la que quitemos de encima esta impronta irónica que nos ha
caracterizado en esta barra de bar, la crítica sarcástica que me alivia soltar
de vez en cuando, en fin, dejad que por un día eso quede aparcado, una entrada sobria, sin imágenes, solo palabras, lo que pienso, que espero que entendáis adecuadamente.
La noche de Halloween, esa noche la muerte dijo “hola, aquí
estoy, sorpresa”. Menuda sorpresa. No dejo de leer en periódicos, televisión,
programas más o menos serios, que todo el mundo habla de causas, de culpables,
de aforo. Responsabilidades en definitiva. Y hacen bien. Nada debe escapar de
la responsabilidad de cada uno. La falta de responsabilidad debe siempre ser
castigada con el mayor rigor posible. El ansia de ganar dinero, la inseguridad
del recinto, la falta de previsión… todo ha de ser adecuadamente castigado y penado, sin
duda. Responsables privados y responsables institucionales o municipales, alcaldía, cualquiera que tenga algo que ver con este desastre, no ha de quedar
títere con cabeza. Si uno no puede o no quiere pagar lo suficiente por asegurar
el estado de 10000 personas o las que sean que no lo haga, punto.
Pero voy a otra cosa. Voy a lo que creo que esta maldita
sociedad hipócrita no se atreve a decir. Realmente no se por qué, pero siento
que debo decirlo y me da la gana decirlo.
Miles, millones de jóvenes entre los cuales me incluyo
deberíamos hacer un análisis de riesgos propios, deberíamos ser lo
suficientemente objetivos como para calcular nuestros propios riesgos y actuar
en consecuencia. ¿Qué ocurre? Os diré lo que ocurre desde mi punto de vista. Que la muerte es algo que
parece que no existe, por duro que suene, la gente se cree que no puede morir,
y la gente joven menos aún. Creemos que salimos de una peli, en la cual los
muertos se levantan al acabar de rodar. Y no. Nada de películas. Por desgracia
hay papeles en esta peli que duran poco. Hemos pasado de dar el cambiazo a
nuestro día de los difuntos, día de respeto y recuerdo hacia aquellos que hemos
perdido por una fiesta sacada de película de Hollywood. Hemos pasado de las flores para nuestros difuntos a
un carnaval ridículo burlándonos de la muerte con el único objetivo de pasarlo
de puta madre un día más. ¿Qué ocurre después? Que el Halloween de verdad se presenta,
siempre se presenta, y esta vez en su día. Y nos pilla descuidados, indefensos. Ya nadie advierte,
educa, sobre que la muerte existe, que la muerte se presenta, y que la muerte
se cobra, y muy caras además, todas nuestras ignorancias y descuidos.
Olvidamos el azar. Olvidamos sin pensarlo el “un momento,
esto puede pasar”. El azar es una de las reglas que rigen este mundo más o
menos cruel en el que vivimos. Es una carta más de la baraja que nos puede
tocar. Hablamos de responsabilidades porque el azar ha hecho que ocurriera la
desgracia. Pero si el azar hubiera hecho que no ocurriera nada… todos
tranquilos. No quiero hipócritas, es así. Todos tranquilos y a esperar a la siguiente
fiesta. Siempre ha habido desgracias, icebergs que aparecen de la nada contra los que chocar, siempre, y la previsión solo nos puede
ayudar a atenuarlo, nunca a impedirlo.
Hay un dicho mejicano, pueblo donde veneran respetuosamente a la
muerte, que dice que cuando no te toca, ni aunque te pongas… pero cuando te
toca ni aunque te quites. El mundo es y será un lugar peligroso, pero parece
que lo hemos olvidado, y es triste recordarlo viendo lo que ha pasado. Hace
unos años los nuestros lo sabían. Ellos rendían homenaje a los difuntos.
Nosotros celebramos Halloween.
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