Muchos podéis pensar que me he confundido y que el café expreso (el café es bebida bien por cierto)
de verdad es el italiano. Toda la razón. El título hace referencia a uno de los
hombres más de bien que pululan por este mundo lleno de hipsters, modernos,
beliebers (seguidores de Bieber dicen) y demás fauna. No es otro que Roger
Federer. Quienes me conozcan bien sabrán que tengo predilección por el tenista
de Basilea, y no me avergüenza decir que he estado a su favor cuando se ha
enfrentado a Rafa Nadal (otro hombre de bien como la copa de un pino, sí
señor). No me voy a poner a hablar ahora de gustos tenísticos y demás, pero
bien es cierto que más de uno se me ha lanzado al cuello llamándome
antipatriota, antiespañol y demás, cuando probablemente éstos sujetos jamás
hayan empuñado una raqueta ni jugado jamás un campeonato de tenis. El que
escribe sí. Defiendo y apoyo a Federer porque me da la gana y por ello no me considero menos
español que Manolo Escobar o que la Puerta de Alcalá. Y además, admiro
probablemente más a Nadal que cualquiera de esos hooligans que retransmiten el
tenis o cualquier deporte en Cuatro (cuánto mal hacen al deporte los Manolos, Nico Abad, Juanma
Castaño y esa tropa). Rafa ha sido, es y será uno de los más grandes de nuestro
deporte y todo un referente.
Vamos a lo que vamos. Roger,
amigo, eres la perfección raqueta en mano, y rozas la perfección con ella en el
raquetero. On the court Roger es de otro mundo. Es un reloj salido de una
fábrica en Suiza recién puesto en marcha. Falla, por supuesto que falla, los
grandes relojes se atrasan pero no por ellos dejan de ser perfectos. Tiene los
engranajes a punto, un saque que da vértigo, el revés a una mano más bello
visto recientemente en una pista, un golpeo en carrera de escándalo… Hasta ahí el tenis.
Técnicamente hablando. Porque el tenis va un poco más allá. El tenis es un
deporte de damas y caballeros, para damas y caballeros, pero no precisamente jugado
por damas y caballeros. Gemidos en pista, ropa femenina que les debe cortar la
respiración, cabreos y roturas de raquetas… en fin. Roger es lo opuesto. Viste
de una manera que casi podría ser admitido en el Reform Club de Londres justo después de acabar el partido. Y
gasta un Rolex. Y anuncia chocolate. Se
calla su rabia, su alegría, su sufrimiento… y lo transforma en algo que es más
que tenis. Todo ello es un detalle, no solo con el público, sino también con
sus rivales. Debe dar gusto que te pase por encima Federer en el marcador. Lo
digo en serio. Mucho mejor perder con él que contra… cualquiera. A la hora de
ganar es un gran vencedor, tímido y parco en aspavientos. Siempre tiene una
palabra amable para todo el mundo. Pero a la hora de perder… También. Y eso es
importante. Un tenista que lo ha sido todo, que ha batido records y records, ha
ganado a todos, ha ganado todo e incluso varias veces… y que encontró en nuestro
Nadal su talón de Aquiles. Lloró de rabia, de impotencia, de no poder hacer
más. Llorar es de bien, no es un síntoma de debilidad. Conformarse con la derrota y quedarse ahí no es bien. Pero dio
más, y se superó. Se convirtió en el mejor tenista de todos los tiempos, capaz
de enamorar dentro y fuera de la pista, querido por todos en todas partes, ser
el favorito aquí y allí, el preferido del público, un jugador universal. ¿Y por qué? La respuesta
viene al principio. Porque es un hombre de bien. Porque Roger lo parte. Y aunque a la gente le guste
Justin Bieber y Crepúsculo, aunque la gente hiperventile con Los juegos del
Hambre, todavía hay algo de razón y sentido común en ellos. Aún hay esperanza. Gracias
a deportistas y personas como Roger hay esperanza, no estamos perdidos del
todo. Creo. Espero.
YO SOY DE ROGER.
ResponderEliminar¡¡Me encanta tu Blog!!