miércoles, 6 de junio de 2012

El Expreso Suizo


Muchos podéis pensar que me he confundido y que el café expreso (el café es bebida bien por cierto) de verdad es el italiano. Toda la razón. El título hace referencia a uno de los hombres más de bien que pululan por este mundo lleno de hipsters, modernos, beliebers (seguidores de Bieber dicen) y demás fauna. No es otro que Roger Federer. Quienes me conozcan bien sabrán que tengo predilección por el tenista de Basilea, y no me avergüenza decir que he estado a su favor cuando se ha enfrentado a Rafa Nadal (otro hombre de bien como la copa de un pino, sí señor). No me voy a poner a hablar ahora de gustos tenísticos y demás, pero bien es cierto que más de uno se me ha lanzado al cuello llamándome antipatriota, antiespañol y demás, cuando probablemente éstos sujetos jamás hayan empuñado una raqueta ni jugado jamás un campeonato de tenis. El que escribe sí. Defiendo y apoyo a Federer porque me da la gana y por ello no me considero menos español que Manolo Escobar o que la Puerta de Alcalá. Y además, admiro probablemente más a Nadal que cualquiera de esos hooligans que retransmiten el tenis o cualquier deporte en Cuatro (cuánto mal hacen al deporte los Manolos, Nico Abad, Juanma Castaño y esa tropa). Rafa ha sido, es y será uno de los más grandes de nuestro deporte y todo un referente.
Vamos a lo que vamos. Roger, amigo, eres la perfección raqueta en mano, y rozas la perfección con ella en el raquetero. On the court Roger es de otro mundo. Es un reloj salido de una fábrica en Suiza recién puesto en marcha. Falla, por supuesto que falla, los grandes relojes se atrasan pero no por ellos dejan de ser perfectos. Tiene los engranajes a punto, un saque que da vértigo, el revés a una mano más bello visto recientemente en una pista, un golpeo en carrera de escándalo… Hasta ahí el tenis. Técnicamente hablando. Porque el tenis va un poco más allá. El tenis es un deporte de damas y caballeros, para damas y caballeros, pero no precisamente jugado por damas y caballeros. Gemidos en pista, ropa femenina que les debe cortar la respiración, cabreos y roturas de raquetas… en fin. Roger es lo opuesto. Viste de una manera que casi podría ser admitido en el Reform Club de Londres justo después de acabar el partido. Y gasta un Rolex. Y anuncia chocolate.  Se calla su rabia, su alegría, su sufrimiento… y lo transforma en algo que es más que tenis. Todo ello es un detalle, no solo con el público, sino también con sus rivales. Debe dar gusto que te pase por encima Federer en el marcador. Lo digo en serio. Mucho mejor perder con él que contra… cualquiera. A la hora de ganar es un gran vencedor, tímido y parco en aspavientos. Siempre tiene una palabra amable para todo el mundo. Pero a la hora de perder… También. Y eso es importante. Un tenista que lo ha sido todo, que ha batido records y records, ha ganado a todos, ha ganado todo e incluso varias veces… y que encontró en nuestro Nadal su talón de Aquiles. Lloró de rabia, de impotencia, de no poder hacer más. Llorar es de bien, no es un síntoma de debilidad. Conformarse con la derrota y quedarse ahí no es bien. Pero dio más, y se superó. Se convirtió en el mejor tenista de todos los tiempos, capaz de enamorar dentro y fuera de la pista, querido por todos en todas partes, ser el favorito aquí y allí, el preferido del público, un jugador universal. ¿Y por qué? La respuesta viene al principio. Porque es un hombre de bien. Porque Roger lo parte. Y aunque a la gente le guste Justin Bieber y Crepúsculo, aunque la gente hiperventile con Los juegos del Hambre, todavía hay algo de razón y sentido común en ellos. Aún hay esperanza. Gracias a deportistas y personas como Roger hay esperanza, no estamos perdidos del todo. Creo. Espero.

1 comentario:

  1. Beatriz Jiménez de la Espada8 de junio de 2012, 12:52

    YO SOY DE ROGER.
    ¡¡Me encanta tu Blog!!

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