Ay, el tiempo… No, no me
pongo melancólico, ni voy a hablar del tiempo, que esto no es un ascensor,
maldita sea. Tampoco voy a hablar de la Selección porque para eso está el
Marca, aunque sí que me quito el sombrero ante ese grupo de hombres de bien que
ha hecho feliz a casi toda España. Voy a hablar del Tiempo, con mayúscula. El
Tiempo es algo complicado. Es mesurable, se puede medir, pero es intangible, no
se puede tocar, aunque visto de otro modo se puede saborear, disfrutar… A ambas
cosas voy.
El Tiempo es algo demasiado
precioso, demasiado escaso aunque no lo creamos, es algo que continuamente
estamos gastando sin darnos apenas cuenta. Cuando algo es valioso en nuestra vida…
¿dónde lo guardamos? El dinero a salvo, las joyas bajo llave, los recuerdos en
el corazón… ¿y el Tiempo? Pues os respondo, el Tiempo debe ser guardado en un
bonito estuche. Efectivamente. Un reloj.
Un reloj (depende qué reloj)
es el estuche perfecto para guardar algo tan valioso pero a la vez tan
cotidiano como el tiempo. Por tanto voy a hablar de una de mis pasiones, de
estos estuches. Reglas básicas, ahí van.
Lo primero. Hay que llevar
reloj. Es una absoluta catetada no llevarlo. El reloj, tanto para hombres como
mujeres, es como los zapatos, que un buen par arregla cualquier cosa de ropa
que lleves puesta.
¿Derecha o izquierda? Donde
os dé la gana. Yo soy diestro y lo llevo en la derecha, para llevar la
contraria, que me mola más. El gran Gianni Agnelli, fundador de Fiat, lo
llevaba siempre encima de sus camisas Brook Brothers, eso es estilo, sin más,
aunque no os guste.
Un buen peluco te puede
convertir en un intento de hombre o mujer de bien. Por tanto, reloj en la
muñeca ya. Resulta más hortera aun el tener que mirar la hora en el maldito
móvil por no llevar reloj, y resulta bochornoso preguntar la hora por la calle
al son de “¿me da la hora por favó?”.
Nada, nada, reloj y fuera. Ahora bien, todo depende del reloj, bien es cierto.
Relojes que por caros que
sean que parezcan que dispensan chicles como aquellos que venden en las tiendas
de golosinas no, gracias. Los que yo llamo relojes de futbolistas, bien sean de
oro de verdad, con incrustaciones de piedras y demás, son terribles. No hay que
ostentar. La elegancia consiste en el arte de pasar notablemente desapercibido.
He dicho.
Mariconadas tamaño XS tanto
en hombres como mujeres está pasadísimo de rosca. Y ya ni te digo las ediciones
especiales Fernando Alonso, Mercedes Benz y Perico el de los palotes. Nada. Un
reloj de verdad joder.
Repito, Rolex o la marca que
sea no es sinónimo de bien, cualquier cateto con dinero puede comprarse lo que
quiera, también es cuestión de actitud, de forma de ser. Se puede ser un
auténtico hombre de bien con un par bien puesto y calzar un Swatch, todo
depende de cómo seas, del momento y del Swatch.
Ahora bien, tengo ciertas
predilecciones que está claro, son Relojes, de nuevo con mayúscula, nada de chorraditas.
Omega Seamaster Professional300M. El maldito reloj de Bond. El acero frío durante el verano en la muñeca hace
que cada vez me enamore más y más de este amigo.
Y el IWC Portuguese, la
elegancia hecha reloj. No hay más, que la imagen hable por sí sola.
Hay más pero estos son clave. Son objetos caros, y muchos relojes
están al alcance de pocos bolsillos. No caigáis en la ingenuidad de pensar
“total, para dar la hora”. Podemos estar así con todo en la vida, ya que
realmente casi todo es superfluo. Pero al fin y al cabo, como dijo Wilde, dadme
lo superfluo, que lo cotidiano todo el mundo lo tiene. Uno tiene sus
preferencias, sus gustos. El gran George Best dijo que gastó mucho dinero en
coches, chicas y bebida, y que el resto de su fortuna la malgastó. A eso me
refiero, a preferencias, a no despilfarrar. Nadie habla de gastarse miles de
euros en relojes, solo hablo de guardar algo bonito en un lugar bonito, en el
lugar que a cada uno más le guste, pero guardadlo, nada más.
Sed felices y dejad que el tiempo pase con el mayor estilo posible.